sábado, 1 de agosto de 2009

SANTIDAD

“Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman... a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó”.
SENCILLAMENTE HERMOSO, sencillamente grande... comienza diciendo una letra de canción... Y eso es hermanos, sencillamente hermoso y grande el propósito de Dios para cada uno. Grande como Él y hermoso como es Él.
Propósito, invitación, llamado, VOCACIÓN... eso es la santidad para nosotros. Un propósito de Dios que desea que sus hijos se le parezcan; así lo dijo Jesús, el Hijo que nos sirve de modelo fiel: "sean santos como vuestro Padre es santo". Ser santos porque Dios es santo tal vez nos parezca una motivación un poco elevada, porque razonablemente Dios es santísimo, porque su esencia misma es santidad. Y si nos miramos a nosotros, pobres criaturas no podemos ver otra cosa que "pobres criaturas"... entonces ¿Cómo ser santos porque Papá Dios es santo? Simplemente, sencillamante, porque Dios es el autor de la santidad.
Nadie se santifica por sus propios medios, somos demasiado débiles para hacerlo, hay demasiada humanidad, demasiada concupiscencia en nosotros para hacer una opción de santidad y llevarla a cabo por nuestras propias fuerzas. La santidad forzada solo produce santidad herniada.
Dios es quien nos santifica, su Gracia actuando en nosotros, su fuerza, su amor, su poder. Él es quien transforma el corazón en uno semejante al suyo, solo Él puede hacerlo. Por eso la santidad es una Invitación de parte de Él. Nos invita a unirnos a Él, para que de esa unidad salgamos totalmente contagiados, transformados en su gloria.
Para alcanzar la santidad es necesario sentirse invitado por Dios; cuando uno es invitado tiene dos opciones: responde a la invitación o la deja pasar. Si elegimos responder a la invitación es cuando realmente nos estamos capacitando para la santidad. Porque le daremos permiso al Señor para que obre en nuestra vida, lo dejaremos actura santamente en nosotros. Al dar la respuesta afirmativa nos acercaremos cada vez más a su voluntad y su voluntad es que seamos santos. Por eso la Santidad es un llamado y es una vocación. Todos, absolutamente todos somos llamados y fuimos formados para la santidad. Fuimos creados en santidad, santidad que perdimos con el primer pecado, santidad que se puede recuperar unidos a Dios y solo a Él.
No hay méritos humanos, es Dios actuando en el hombre que produce santidad. De nosotros depende la respuesta, y es ese el porcentaje ínfimo que ponemos. Podemos participar de nuestro crecimiento en santidad optando, decidiendo ser santos, disponiéndonos a que Dios haga su obra en nosotros. Es un porcentaje tan pequeño el de nuestra parte y sin embargo, tan necesario para Dios. No porque él necesite de nosotros, sino por el respeto que tiene hacia nuestra libertad. Él espera que el ser humano se defina y haga una opción para ser santo como Él. Cuando nos disponemos, Dios, hace lo demás. Y lo hace maravillosamente, grande y hermoso, a su medida.
¿Cómo hacer entonces? Orar... hablar con el autor de la santidad, ponernos de acuerdo con su plan maravilloso y darle permiso para que Él haga su obra.
Dios puede hacer milagros, tiene poder. La santidad es un milagro de su amor.
Nosotros, cuando nos acercamos a Dios, debemos tener en nuestra mente y en nuestro corazón la imagen del pan y el vino que se ofrendan en la Misa. Son frutos pequeños, casi insignificantes, pobres, sencillos que se dejan llevar para la ofrenda. Y Dios, con el poder de su Espíritu, los transforma en el BANQUETE DE SU AMOR. Se hace presente, se hace Eucaristía, alimento, compañía... Y ese mismo poder lo puede usar en nosotros, si nos dejamos llevar como ofrenda, si nos disponemos con sencillez, si nos unimos a la voluntad de Dios. Nos ayudarán las frases de los santos: "solo Dios", "Dios es y eso basta", "basta que Dios sea Dios", "quien a Dios tiene nada le falta"... Ellos pudieron, ellos lo dejaron actuar... nosotros también!
¡Animémonos! Vivamos intensamente nuestra vocación a la santidad, es el único motivo de estar vivos ¡SER SANTOS!
Amén.