sábado, 5 de abril de 2008

Erase una noche de invierno. Y en ella una pareja que habitaba un rancho frío, por el que se colaba el viento pampero haciendo parpadear el candil de sebo que lo alumbraba. Don Ciriaco y la Nemesia, su mujer, aparentemente ya no tenían nada que decirse. Hacía añares que vivían juntos, y los hijos emplumados habían dejado el rancho buscando otros horizontes donde anidar. La ancianidad se les iba acercando despacio como para que tuvieran todo el tiempo de sentirle los pasos cansados.
Se encontraban uno frente al otro, simplemente porque el braserito improvisado con una lata, estaba entre ellos. Sus miradas clavadas en los carbones incandescentes que de vez en cuando chisporroteaban, buscaban mirar realidades muy lejanas. El diálogo ya parecía inútil. Se había desdoblado en dos monólogos interiores en el que cada uno soliloquiaba con sus propios recuerdos.
-¡Velay con mi triste suerte! - se decía Ciriaco -. Haber renunciado a tantas cosas por atarme a la Nemesia. Yo era tropero libre. Sólo los caminos eran mi querencia. Anidaba al sereno, y entre el montado y el carguero repartía mi cuerpo y mis cosas en mi libre andar de pago en pago. Pero un día me embretaron los ojos de la Nemesia, y me dejé pialar de parado nomás. Me aquerenció en este trozo de tierra, y aquí levanté este ranchito lleno de sueños, que ahora de apoco va despajando el pampero, yo que podría haber llegado a tener tropilla de un pelo con madrina y cencerro. Yo, que habría podido conocer mundo, aquí estoy, estaqueado entre dos horcones por haber creído que la Nemesia me iba a hacer feliz. Quizá la pobre no pudo dar más. Pero lo mismo. Aquí estoy y es esta mi triste suerte.
También la Nemesia tenía sus recuerdos para rumiar. Ella había sido la flor del pago. Cuántas veces los troperos al pasar habían detenido adrede sus fletes delante del rancho, con cualquier excusa, por el simple deseo de recibir de sus manos el mate cordial y prometedor. Si recordaba patente aquella tarde en que él, mozo guapo, con montado y carguero de tiro, había pedido humildemente permiso para desensillar en cualquier parte, mientras con la mirada decía bien a las claras, cual era el patio donde quería hacer pie. Tantas cosas había ella soñado aquella noche. Sus ilusiones le habían prometido un futuro feliz, con horizontes infinitamente más amplios que los de aquel rancho que terminaba con la mirada entre los cardos y el pajonal. Lo vio libre, y se imaginó que sería el creador de la libertad. Lo vio fuerte, y lo soñó el distribuidor de la firmeza y la seguridad. No estaba segura de haberse equivocado. Pero sentía pena que no le había podido llenar sus sueños.
Y así estaban los dos, en sus soliloquios, deseando imposibles y desperdiciando oportunidades. Pidiendo a Dios en el secreto de sus corazones todo aquello que creían podría llenar sus anhelos y curar sus frustraciones.
Y Dios los estaba escuchando. Como escucha todo lo que pasa por dentro del corazón de cada uno de nosotros, aunque no nos animemos a sacarlo hecho súplica y palabra. Y Tata Dios en su bondad quiso hacerles dar un paso hacia delante. Eligió a uno de sus mejores chasquis. Mandó al ángel Gabriel que fuera de un volido a llevarles su propuesta.
¡Impresionante el refucilo! A pesar de lo serenito de aquella noche de pampero frío en que las estrellas brillaban como nunca, el rancho fue sacudido por el trueno, y un relámpago lo llenó de luz. La Nemesia se santiguó, como en un conjuro, mientras que Ciriaco levantó instintivamente el brazo izquierdo a la altura de la cara, como si en él tuviera enrollado el poncho.
-¡Nómbrese a Dios! ¡La paz con ustedes! ¡No tengan miedo! - dijo Gabriel con tono tranquilo, como para infundirles confianza.
No podían creer lo que sus ojos veían a pesar del encandilamiento. En su mismo rancho, una ángel del cielo había aparecido, y les hablaba. Si parecía un sueño. Pero no. Ahí estaba, todo resplandeciente, hecho un temblor de luz, trayéndoles un mensaje del mismo Tata Dios para ellos dos.
-¡Nómbrese a Dios! ¡La paz esté con ustedes! - volvió a repetir el arcángel San Gabriel -. Vengo de parte de Tata Dios para anunciarles que El ha escuchado lo que ustedes piensan ,desean y andan diciéndose en su corazón. Y ahora les manda el siguiente recado: tres deseos se les van a cumplir. Los primeros que ustedes pidan. Usted, doña Nemesia, tiene derecho a pedir individualmente un deseo. El primero que pida en voz alta se le va a cumplir en el acto. Lo mismo para usted, don Ciriaco. Lo primero que se le ocurra en voz alta será cumplido en el acto. Piénselo bien cada uno. Porque más luego, tendrán todavía la oportunidad de un tercer deseo. Pero para que éste se realice tendrán que ponerse de acuerdo los dos y pedirlo en forma conjunta. Ya saben: piénsenlo bien, y que Dios esté con ustedes.
Dichas estas palabras el ángel desapareció como había venido, en medio de un refucilo de luces y temblor de plumas.
Imagínense cómo habrán quedado los dos esposos con semejante sorpresa. No podía hacerse a la idea. Pero al final tomaron conciencia de que la cosa era cierta. La primera en reaccionar fue la Nemesia. Como fuera de sí por la emoción, se levantó de un salto y tomando el banquito donde estaba sentada lo dio vueltas dando la espalda a su esposo, mientras le decía:
- ¡Por favor Ciriaco, no me digas nada, no me hables! Dejame pensar a solar lo que tendré que pedir. - Y luego exclamó para sí: ¡Ay, mi diosito lindo! Quien lo hubiera imaginado! Podré al fin cumplir mis sueños. Esos que el Ciriaco nunca pudo darme -.
Y extasiada consigo misma comenzó a pasar a toda velocidad la película de sus sueños, sus deseo y sus ambiciones personales. Pensó en pedir de nuevo la juventud, la belleza, las oportunidades. Luego se imaginó que todo eso era poco. Pediría plata, salud, larga vida. Tampoco así quedaba satisfecha del todo. Debería pedir además amistades, un palacio, vestidos, cantidad de sirvientes, y la oportunidad de hacer fiestas todas las semanas.
Mientras la Nemesia continuaba su soliloquio fantasioso, el Ciriaco hacía más o menos lo mismo. Dando vueltas la cabeza de vaca que le servía de asiento, comenzó a golpearse despacito las botas con la lonja de su rebenque, mientras soltaba la tropilla de ambiciones por los campos de su imaginación. Ya se veía al trotecito del redomón haciendo punta a su tropilla de un pelo, con madrina zaina y cencerro cantor. La estancia que pensaba pedir no tendría límites, y la hacienda que la poblaría no necesitaría ser contada. Hasta donde diera la vista, campo y cielo, todo sería de don Ciriaco.
En estos y otros pensamientos estaban ambos, mientras la noche seguía su curso y el pampero enfriaba cada vez más el interior del rancho. Entumecida por la inmovilidad y la temperatura exterior, la Nemesia volvió a la realidad buscando con los ojos el brasero. Se dio vuelta y volvió a estirar sus manos sobre él para calentarse un poco. Y cayó en la trampa. Al ver aquellas brasas rojas y sobre ellas la parrillita, no va y se le cruza el maldito con una tentación haciéndole imaginar un chorizo chirriando sobre los carbones encendidos. Imaginarlo y desearlo es casi lo mismo. Lo peor fue que lo expresó en voz alta:
-¡Qué hermosas brasas! ¡Cómo me gustaría tener aquí sobre la parrillita un chorizo de dos cuartas de largo asándose!
¡Para qué lo habrá dicho! Aunque ni se le había pasado por la mente que este sería su pedido, de hecho lo fue. Decirlo y suceder fue lo mismo. Porque en ese preciso instante un hermoso chorizo aparecido milagrosamente goteando grasa en el centro del brasero, sobre la parrillita.
Nemesia pegó un grito. Pero ya era tarde. Su pedido estaba realizado. Se quedó atónita mirando el fuego y sintiendo el crepitar de las gotitas de grasa al caer sobre las brasas, mientras un humo apetitosos comenzaba a llenar el rancho. Ciriaco, que casi ni había escuchado a su mujer, volvía la realidad con su grito. Fue ver, y darse cuenta de lo sucedido. Y como era hombre de genio arrebatado y de palabra rápida, también él cayó en la trampa que parecía pensada por el mismo Mandinga. Se levantó de un salto y dirigiéndose a su mujer la apostrofó:
-¡Pero mujer! Tenías que ser siempre la misma. Mirá lo que has hecho. Venir a gastar la gran oportunidad de tu vida pidiendo solamente un miserable chorizo. Si sería como para sacarte zumbando ahora mismo del rancho. Tenías que ser vos, siempre la misma arrebatada, incapaz de pensar con la cabeza antes de meter la pata. ¡Cómo me gustaría que este chorizo se te pegar en la nariz y no te lo pudieras sacar!
¡Para qué lo habrá dicho! Porque el hombre no imaginó que al decir aquello estaba expresando en voz alta su primer deseo. De esto solo se percató cuando ante sus ojos asombrados vio cómo el chorizo pegaba un brinco desde el brasero para ir a colgarse de la punta de la nariz de Nemesia. Imagínense el grito de dolor y de rabia de la mujer al sentir que su nariz ardía por la quemadura, lo mismo que sus dedos al querer sacárselo.
La escena que siguió no es para describir, sino para imaginar. Porque ahora le tocó el turno a la Nemesia, que arremetió con todo lo peor de su abundante vocabulario para hacerle sentir al Ciriaco la enormidad de lo que acababa de realizar. Porque no sólo había malgastado también él su oportunidad, sino que lo había hecho provocándole semejante estropicio a ella.
Todo fue inútil para calmarla. El Ciriaco se arrodilló, suplicó, lloró, prometió, quiso hacer que la Nemesia se calmara para reflexionar. Pero nada. Y no ea para menos. Gritaba pidiendo que se llamara inmediatamente al ángel para que en forma conjunta le pidieran que se pudiera sacar de su nariz ese maldito chorizo que la estaba martirizando.
Ciriaco sintió que el mundo se le venía abajo. Acababan de desperdiciar ambos su oportunidad personal, y ahora veía con angustia que tendrían que malgastar también la tercera posibilidad de ser felices, simplemente tratando de arreglar el desastre que habían provocado. Pero no le quedaba otra alternativa que ceder. Y con pena cedió.
El ángel fue llamado. Apareció en el pobre rancho llenándolo nuevamente de luz. Escuchó con bondad la súplica compungida del hombre en favor de su mujer, y simplemente dijo:
-¡Hágase como ustedes han deseado!
En aquel mismo instante todo volvió a estar como al principio. Solamente que a la pobre Nemesia le quedó ardiendo la nariz, y por todo el rancho los cuzcos y perros grandes andaban husmeando en busca del chorizo desaparecido.A veces se me ocurre pensar que el cuento podría haber terminado diferente, si lo hubiera podido inventar yo.

Muchas veces, cada uno de nosotros, acostumbrados, apesadumbrados, añorando las renuncias, vive esta situación. Situación especial de presencia de Dios y situación de desperdicio de oportunidades.
El egoísmo, el egocentrismo, el desaliento no nos llevan a nada, al contrario, nos impiden ver la luz, nos impiden tomar buenas decisiones, nos impiden llevar a cabo el plan de Dios en nuestra vida.
Siempre tenemos oportunidad de cambios, de renovación, de hacer un alto para tomar decisiones. Esas decisiones serán buenas si nosotros estamos en buena sintonía con el Señor y con la vida. Y si tomamos buenas decisiones tendremos buenas consecuencias.
Cuántas veces en nuestra vida hemos desaprovechado las buenas oportunidades, oportunidades de hacer algo por alguien, oportunidad de transmitir la felicidad de nuestro encuentro con el Señor. y las desperdiciamos por estar en nosotros mismos, por mirarnos solo a nosotros, nuestros problemas, nuestros dolores, nuestras riquezas, etc.
¿Cuál es tu mayor anhelo? ¿cuál es tu peor desaliento? cuidado, porque tu anhelo puede ser empañado por tu desaliento. No lo permitas. Abre tu corazón al Señor para que con su luz te ayude a descibrir la gran oportunidad de tu vida. Dios te ama.

jueves, 3 de abril de 2008

Celebremos la Eucaristía

Guión para la Misa del III domingo de Pascua (Lc 24, 13-35) Año A

ENTRADA

Hermanos, celebramos hoy el tercer domingo de Pascua, y lo hacemos con inmensa alegría, porque el Señor vive entre nosotros; y porque su vida es también nuestra vida.
El Señor resucitado se nos muestra a cada uno de nosotros, tal como lo hizo con los discípulos de Emáus, para acompañar nuestro camino; nos muestra su presencia en medio de la Iglesia a través de su Palabra, en la Eucaristía, en la Jerarquía y su Magisterio; también nos indica su presencia en nuestro prójimo.
Hoy, el Señor, nos pide que con nuestro testimonio reflejemos su presencia viva, resucitada y resucitadora a quienes nos rodean.

1ª LECTURA

San Pedro habla con claridad dando su testimonio sobre la Resurrección de Cristo; este es el comienzo de la predicación de la Iglesia.

2ª LECTURA

El Señor con su muerte y resurrección nos ha rescatado. Por Cristo resucitado podemos disfrutar de la vida de Dios.

EVANGELIO

JEscuchemos a Jesús, que hoy, en el Evangelio, como a los discípulos de Emaús, nos habla a cada uno de nosotros.

PRECES

A cada una de las intenciones respondemos orando: “Quédate con nosotros, Señor”

· Para que la Santa Iglesia sepa llevar a todos la esperanza gozosa de tu resurrección. Oremos…
· Para que los que viven sin fe, los que caminan sin esperanza, decepcionados, te reconozcan a través de nuestro testimonio comprometido. Oremos…
· para que todos los que habitamos esta nación, hagamos realidad en nuestras vidas el mensaje del Evangelio. Oremos…
· para que todos los que sufren pongan su esperanza sólo en tí y encuentren en nosotros al hermano que necesitan. Oremos…
· Para que la misión parroquial sea fecunda en frutos de conversión y compromiso. Oremos…
· para que en nuestra comunidad sepamos descubrir tu presencia, especialmente en nuestros hermanos. Oremos…

OFERTORIO

Ofrezcamos al Padre eterno, junto al pan y el vino, nuestro sincero deseo de descubrir la presencia de Jesús en todas sus manifestaciones, haciendo de nuestras vidas, una ofrenda agradable a Él.

COMUNIÓN

En la Eucaristía, encontramos a Cristo resucitado. En la Eucaristía recibimos el amor, recibimos la medicina de la inmortalidad. La Eucaristía nos conduce a la fuente de la verdadera vida, y nos descubre dónde y cómo encontrarla. Recibamos al Señor y vivamos en comunión con Él.

DESPEDIDA

Comprometámonos a ser para nuestros hermanos, como Cristo, que al acompañarlos en su camino, les manifestemos la Buena Noticia de la salvación.

martes, 1 de abril de 2008

COMUNIDAD DE LA A A LA Z

Agradecer a Dios el regalo de las personas con quien convivimos, es decir, nuestros hermanos.
Buscar el bien común por encima de los intereses personales.
Corregir con amabilidad al hermano que se equivoca.
Dar lo mejor de uno mismo, estando siempre disponible para el servicio.
Estimar a los demás reconociendo sus capacidades.
Fortalecer al decaído integrándolo a la vida comunitaria, sosteniéndolo en su dolor.
Ganar la confianza del hermano ofreciéndole el hombro para llevar su carga.
Hablar con sinceridad, sin falsos halagos, pero con mucho amor
Interceder por los otros a Dios antes que por los intereses propios.
Juntarse, reunirse, pertenecerse unos a otros, sentirse parte del otro
Levantar al que ha tropezado o se ha hundido.
Llorar con el que llora y cantar con el que esta alegre.
Mediar entre los hermanos que no se comprenden.
Necesitar del hermano sin sentir vergüenza o complejos, expresar mi necesidad con total libertad
Olvidar el miedo a ser considerado el último de la comunidad.
Preocuparse por el débil o el necesitado.
Quitar los obstáculos de los prejuicios.
Respetar las opiniones de los demás.
Salir al encuentro del hermano: a su mentalidad; a sus necesidades.
Tolerar los defectos y límites con buen humor.
Unidos, en armonía, como hermanos, vivir en paz con todos.
Valorarse con realismo sin considerarse más que los hermanos, y valorar a los demás
Yuxtaponerse, acercarse, arrimarse, al lado del que necesita un empujoncito.
Zanjar, Allanar, Resolver, Solucionar, los desacuerdos y ofensas sin resentimiento

COMUNIDAD ES
VIDA
COMPARTIR
EXPERIENCIA
IDENTIDAD
COMUNIÓN
HERMANOS
ALEGRÍA
SERVICIO
COMPARTIR
PONER TODO EN COMÚN
PERTENECER
SENTIRME PARTE
GOZO
UNA SOLA ALMA
UN SOLO CORAZÓN
AMOR
SER
YO MISMO
VOCACIÓN
LLAMADO

COMUNIDAD NO ES
CARGA
APOSTOLADO
OBLIGACIÓN
SOLO REUNIÓN
HACER COSAS
TRISTEZA
COMODIDAD
CONVOCATORIA DEL PADRE
EGOÍSMO
FIGURAR EN UNA LISTA
SOLEDAD
PERTURBACIÓN
INDECISIÓN
PRESIÓN
COMPETENCIA