Felices, dice el Señor, los que tienen una serie de cualidades especiales. Felices los pacientes, los limpios de corazón, los que luchan por la paz, los que tienen hambre y sed de ser justos... Felices más bien los que se animan a subir a la montaña y sentarse junto a los pies del Maestro.
Jesús comienza el Sermón de la montaña, mirando a la multitud: dice la Palabra "Jesús, al ver la multitud, subió a la montaña, se sentó y comenzó a decirles..." pero también dice: "sus discípulos se sentaron alrededor de Él".
¿Quienes captarán, escucharan, asimilaran mejor lo expresado por el Señor? ¿Los discípulos? o ¿La multitud? Sin lugar a dudas que los discípulos recibirán de manera distinta y especial la proclamación de esta Palabra. Y no solo recibirán la Palabra, sino captarán los gestos, la mirada, la dulzura de la voz, gestos que solo pueden ver y disfrutar los que están cerca.
Hermanos, no podemos aceptar la voluntad de Dios sin aceptar el subir a la montaña y sentarnos alrededor del Maestro. El discípulo aprende en la Escuela de jesús, en ninguna otra. Solo en Jesús está la verdadera enseñanza y no la podemos escuchar solamente como parte de la multitud, necesariamente tenemos que acercarnos, ir a Él, estar cerca para escuchar en detalles.
Por eso que los mensajes de Cristo lo pueden vivir los discípulos, pero aquellos discípulos que se animaron a acercarse, a escucharlo bien de cerca, aquellos que se subieron a la montaña.
La oración es ese subir, subir al encuentro de Dios, ir a sentarse a sus pies, observarlo, no solo escucharlo. La oración es el lugar donde no solo hablamos con Dios, sino que lo escuchamos a Dios. Si la oración no me lleva a escuchar a Dios no es oración, es monólogo, y eso no sirve para la vida espiritual. Mas bien, en mi oración, primero que hable Dios y luego le hablo Yo.
Qué importante sería nuestro caminar en la vida espiritual si cada día nos acercáramos al Señor con esta delicadeza y con esta sed de escucharlo.
El mensaje de las bienaventuranzas, por algo, comienza diciéndonos la actitud del Señor en primer lugar y dándonos el detalle de la ubicación de los discípulos. Y este magnífico sermón, que va del capítulo 5 de Mateo hasta el 7, nos narra la verdad que Cristo vino a revelar. El no abolirá nada, sino que perfeccionará y cumplirá. Y nos dice que no so los que le dicen Señor, Señor, los que se ganarán el Reino, sino aquellos que lo escuchan y ponen en práctica sus enseñanzas. Los verdaderos discípulos son los que hacen la voluntad del Padre y quienes la enseñanan a otros.
Y todo lo que manifiesta el Señor a la multitud, lo manifiesta en primer lugar a sus discípulos que ¿dónde están? a sus pies, escuchándolo de cerca.
Animémosno a acercarnos a Dios, así recibiremos sus enseñanzas de cerca y estaremos capacitados para vivir.
Hna. Ivana
viernes, 12 de septiembre de 2008
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