lunes, 26 de mayo de 2008

lOS FIELES DE CRISTO

LOS FIELES DE CRISTO: JERARQUIA, LAICOS, VIDA CONSAGRADA
Son fieles cristianos todos aquellos que se han incorporado al Cuerpo Místico de Cristo por el Bautismo, y que unidos a Él participan de la vida de la Iglesia cumpliendo todo lo que Jesús les mandó como misión.
Todos los miembros de la Iglesia son iguales en dignidad y todos cooperan a la edificación de la misma.
LA CONSTITUCION JERARQUICA DE LA IGLESIA
Cristo, el Señor, instituyó en su Iglesia diversos ministerios con el fin de que, ordenadamente, la Iglesia pueda caminar, Evangelizar y crecer en santidad.
Nadie puede anunciarse el Evangelio a sí mismo, tampoco puede enviarse a predicar a sí mismo, nadie puede darse la Gracia por sí mismo. Para eso se necesitan ministros autorizados y habilitados por Dios. Es entonces por esto que Cristo instituye a sus ministros, los Obispos y los Sacerdotes, para que actúen en su persona. Ellos reciben del Señor la misión y la facultad de actuar in persona Christi Capitis, es decir, como el mismo Cristo, en la persona de Cristo que es la Cabeza de la Iglesia. Los Diáconos reciben las fuerzas para servir al pueblo de Dios en la liturgia, en la Palabra y en la caridad. Este ministerio confiado por Cristo lo reciben por medio de un Sacramento específico. Estos ministros son los “esclavos” de Jesús, su ministerio y su autoridad les es dada a favor de los demás, a favor de la Iglesia y no para ellos mismos.
Jesús eligió a doce, los eligió juntos, y juntos los mandó a predicar y esta unidad fraterna estará para siempre al servicio de todos los fieles y como testimonio de fraternidad y unidad. Hoy, nuestros Obispos están unidos y a esa unidad se le llama COLEGIO EPISCOPAL, donde todos ellos ejercen su ministerio en comunión unos con otros y en comunión con el Obispo de Roma, que es el sucesor de San Pedro. Los sacerdotes ejercen su ministerio en el seno del presbiterio de la diócesis, es decir, en la comunión de todos los sacerdotes que pertenecen a una misma diócesis, bajo la dirección de su Obispo.
Aunque unidos, en estrecha comunión unos con otros, no son anulados como personas. Cada uno fue llamado por Dios personalmente y cada uno actúa en la persona de Cristo cuando ejerce su ministerio.
El colegio episcopal y su cabeza, el Papa
Cristo, al instituir a los doce apóstoles, formó con ellos una especie de colegio (comunidad, cuerpo, asociación) y puso al frente de ellos a Pedro. Esto se sigue cumpliendo de igual forma con el sucesor de Pedro, el papa, y los Obispos.
El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, "es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles ""El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad"
El Colegio Episcopal no tiene autoridad por sí mismo si no es en comunión con el Papa, quien tiene toda la autoridad y potestad sobre los Obispos.
Los Obispos ejercen su autoridad en su diócesis, que es la porción del pueblo de Dios que les fue confiada para que la gobiernen, asistan y hagan crecer, como pastores. Ellos son asistidos en su trabajo por los sacerdotes y diáconos, que los ayudan a llegar a todos los fieles con las gracias de Dios. Tienen como primera misión enseñar al pueblo la Palabra de Dios, hacer que a todos les llegue el mensaje de salvación. Ellos tienen toda la autoridad de Cristo, son los maestros que nos enseñan las verdades reveladas.
Jesús quiso que la verdadera fe permaneciera intacta, por lo que le regaló a su Iglesia su INFALIBILIDAD a través del MAGISTERIO. El Magisterio de la Iglesia tiene como misión defender la fe de toda desviación, hacerla más comprensible, hacer que esté al alcance de todos, profesando la verdad sin errores.
El oficio pastoral del Magisterio está dirigido, así, a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera. Para cumplir este servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad (acierto, certeza, seguridad, firmeza) es decir, que no se equivoca en materia de fe y de costumbres. El ejercicio de este carisma puede revestir varias modalidades:
"El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral... La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo episcopal cuando ejerce el magisterio supremo con el sucesor de Pedro", sobre todo en un Concilio ecuménico. Cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio supremo que algo se debe aceptar "como revelado por Dios para ser creído" y como enseñanza de Cristo, "hay que aceptar sus definiciones con la obediencia de la fe". Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación divina.
Los ministros de Dios santifican a la Iglesia a través de su oración, de su testimonio, su trabajo, y por medio del ejercicio del ministerio y los sacramentos.
LOS FIELES LAICOS
Los fieles laicos son todos los bautizados que pertenecen a la Iglesia de Cristo y que no son miembros del Orden Sagrado ni Religiosos.
Los laicos tienen como vocación propia buscar siempre el Reino de Dios, desde su realidad, haciendo de su vida un ejemplo para quienes los rodean; cumpliendo así la misión de la Iglesia de extender el REINO. Deben tener un fuerte sentido de Iglesia, sentirse Iglesia para ayudar a la Iglesia en su crecimiento. La Iglesia necesita laicos comprometidos, que se sientan parte y miembros del Cuerpo Místico de Cristo, que se jueguen por el Evangelio, que vivan de acuerdo a las enseñanzas de Cristo.
Los laicos tienen el encargo de proclamar el Evangelio, y muchas veces es solo a través de ellos que muchos tendrán la oportunidad de conocer a Jesús. En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia.
Los laicos, unidos Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. Todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que pueden ofrecer a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía, uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios".
Los Laicos también están llamados a ser profetas, como CRISTO, con palabras y obras. Especialmente pueden ayudar a la Iglesia en su Catequesis, transmitiendo las verdades de fe de las cuales están convencidos y aceptan como regla de vida.
Los laicos deben vivir de tal manera que sean testimonio de justicia, amor, equidad, dignidad, como verdaderos hijos de Dios.
Los fieles han de "aprender a distinguir cuidadosamente entre los derechos y deberes que tienen como miembros de la Iglesia y los que les corresponden como miembros de la sociedad humana. Deben esforzarse en integrarlos en buena armonía, recordando que en cualquier cuestión temporal han de guiarse por la conciencia cristiana. En efecto, ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios".
LA VIDA CONSAGRADA
Esta forma de vida consiste en la profesión de los consejos evangélicos de Pobreza, Castidad y Obediencia. Es un estado de vida consagrada a Dios.
El estado de vida consagrada aparece como una de las maneras de vivir una consagración "más íntima" que tiene su raíz en el bautismo y se dedica totalmente a Dios. En la vida consagrada, los fieles de Cristo se proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la caridad en el servicio del Reino, representar y anunciar en la Iglesia la gloria del mundo futuro.
Hay diversas formas de vivir la vida consagrada, y la aprobación de estas formas de vida le compete a la Sede Apostólica.
La vida eremítica
Sin profesar siempre públicamente los tres consejos evangélicos, los ermitaños, "con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo". Los eremitas presentan a los demás ese aspecto interior del misterio de la Iglesia que es la intimidad personal con Cristo. Oculta a los ojos de los hombres, la vida del eremita es predicación silenciosa de Aquél a quien ha entregado su vida, porque El es todo para él. En este caso se trata de un llamamiento particular a encontrar en el desierto, en el combate espiritual, la gloria del Crucificado.
Las vírgenes y las viudas consagradas
Desde los tiempos apostólicos, vírgenes y viudas cristianas llamadas por el Señor para consagrarse a El enteramente con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de virginidad o de castidad perpetua "a causa del Reino de los cielos".
La vida religiosa
La vida religiosa se diferencia de las otras formas de consagración por el aspecto cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraterna y por el testimonio dado de la unión de Cristo y la Iglesia.
La vida religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de los consejos. La vida religiosa está invitada a significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en el lenguaje de nuestro tiempo.
Todos los religiosos se encuentran entre los colaboradores del obispo diocesano en su misión pastoral. La implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la vida religiosa en todas sus formas. "La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de las nuevas iglesias: desde las antiguas Instituciones monásticas, las Ordenes medievales y hasta las Congregaciones modernas".
Los institutos seculares
"Un instituto secular es un instituto de vida consagrada en el cual los fieles, viviendo en el mundo, aspiran a la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación del mundo viviendo en el mundo. Son testimonio dentro del mundo como levadura, su testimonio llama a un cambio de vida, a vivir como DIOS QUIERE.
Las sociedades de vida apostólica
Junto a las diversas formas de vida consagrada se encuentran "las sociedades de vida apostólica, cuyos miembros, sin votos religiosos, buscan el fin apostólico propio de la sociedad y, llevando vida fraterna en común, según el propio modo de vida, aspiran a la perfección de la caridad por la observancia de las constituciones. Entre éstas, existen sociedades cuyos miembros abrazan los consejos evangélicos mediante un vínculo determinado por las constituciones"
Consagración y misión: anunciar el Rey que viene
La primera misión de los consagrados es vivir su consagración. Pero están llamados especialmente, por su consagración, a la extensión del Reino de Dios, por el que deben trabajar con fervor. Deben dar testimonio de una íntima unión con Cristo, testimonio que estimule a muchos a vivir intensamente la unión con el Señor.
Sea público este testimonio, como en el estado religioso, o más discreto, o incluso secreto, la venida de Cristo es siempre para todos los consagrados el origen y la meta de su vida.

RESUMEN DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

* "Por institución divina, entre los fieles hay en la Iglesia ministros sagrados, que en el derecho se denominan clérigos; los demás se llaman laicos". Hay, por otra parte, fieles que perteneciendo a uno de ambos grupos, por la profesión de los consejos evangélicos, se consagran a Dios y sirven así a la misión de la Iglesia (CIC, can. 207, 1, 2).

* Para anunciar su fe y para implantar su Reino, Cristo envía a sus apóstoles y a sus sucesores. El les da parte en su misión. De El reciben el poder de obrar en su nombre.

* El Señor hizo de San Pedro el fundamento visible de su Iglesia. Le dio las llaves de ella. El obispo de la Iglesia de Roma, sucesor de San Pedro, es la "cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra" (CIC, can. 331).

* El Papa "goza, por institución divina, de una potestad suprema, plena, inmediata y universal para cuidar las almas" (CD 2).

* Los obispos, instituidos por el Espíritu Santo, suceden a los apóstoles. "Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG 23).

* Los obispos, ayudados por los presbíteros, sus colaboradores, y por los diáconos, los obispos tienen la misión de enseñar auténticamente la fe, de celebrar el culto divino, sobre todo la Eucaristía, y de dirigir su Iglesia como verdaderos pastores. A su misión pertenece también el cuidado de todas las Iglesias, con y bajo el Papa.

* "Siendo propio del estado de los laicos vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios les llama a que movidos por el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento" (AA 2).

* Los laicos participan en el sacerdocio de Cristo: cada vez más unidos a El, despliegan la gracia del Bautismo y la de la Confirmación a través de todas las dimensiones de la vida personal, familiar, social y eclesial y realizan así el llamamiento a la santidad dirigido a todos los bautizados.

* Gracias a su misión profética, los laicos, "están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas, también en el interior de la sociedad humana" (GS 43, 4).

* Debido a su misión regia, los laicos tienen el poder de arrancar al pecado su dominio sobre sí mismos y sobre el mundo por medio de su abnegación y santidad de vida (cf. LG 36).

* La vida consagrada a Dios se caracteriza por la profesión pública de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia en un estado de vida estable reconocido por la Iglesia.

* Entregado a Dios supremamente amado, aquél a quien el Bautismo ya había destinado a El, se encuentra en el estado de vida consagrada, más íntimamente comprometido en el servicio divino y dedicado al bien de toda la Iglesia.

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