lunes, 26 de mayo de 2008

LA SANTA MISA

La Liturgia es la fuente donde los católicos nutrimos nuestra vida cristiana y nuestra caridad apostólica. La Liturgia es la ACCIÓN SAGRADA o EJERCICIO SAGRADO que se realiza en la Iglesia para continuar la OBRA SACERDOTAL DE CRISTO, para GLORIFICAR A DIOS y para SANTIFICAR A LOS HOMBRES.
Estas acciones sagradas son las que denominamos RITOS SAGRADOS, nos ayudan a tener siempre presente el Misterio Pascual de Cristo, glorificando al Padre y santificando a los hombres.
La Liturgia tiene por fin primario la gloria de Dios, principio y fin de todo y fuente de todo bien, y por fin secundario la santificación del hombre en orden a la vida eterna.
A la Santísima Trinidad se eleva todo el culto litúrgico, este culto tributado a las Tres Divinas Personas es y se llama culto de Latría o Adoración, si es tributado a la Santísima Virgen es y se llama culto de Hiperdulía, por encima de los Santos, y si es tributado a los Santos es y se llama culto de Dulía, como a siervos de Dios.
La Liturgia debe ser vivida, es fuente de espiritualidad cristiana.
Jesucristo es el ministro principal, el Sacerdote Supremo, el Mediador entre Dios y los hombres, el que, a través de sus sacerdotes, ofrece visiblemente el Sacrificio, administra los Sacramentos, ora y canta las alabanzas.
La vida litúrgica de la Iglesia se da en torno al Sacrificio Eucarístico y los Sacramentos.
El Sacrificio Eucarístico es el centro de la vida cristiana y el culmen de la acción por la que Dios santifica al mundo en Cristo. Por lo tanto es también el centro del culto que los hombres ofrecemos al Padre, a quien adoramos por medio del mismo Cristo, Hijo de Dios. Es el centro del cual parten y en el cual desembocan todos los esfuerzos apostólicos de la Iglesia.Es muy beneficioso para nosotros participar de la Santa Misa, y sería ideal si todos pudiéramos hacerlo diariamente, convirtiendo esta celebración como el centro de nuestro día.
Nuestra participación consciente, fervorosa y activa, encontrará su momento cumbre en la recepción de la Sagrada Comunión.
Es importante también que expresemos nuestro sentido de unidad eclesial acudiendo los domingos y días festivos a la Celebración Eucarística en la propia parroquia.
Después de esta breve introducción sobre lo que es la Liturgia en nuestra Iglesia, vamos a ver este Sacramento Admirable que es la Sagrada Eucaristía. Comenzaremos con las partes de la Santa Misa para que nos ayude a gustar más de esta celebración. Después ampliaremos el Sacramento con todas las enseñanzas de la Iglesia.
Las partes de la Misa son las siguientes: La Santa Misa se divide en dos grandes partes, la LITURGIA DE LA PALABRA y LA LITURGIA DE LA EUCARISTÍA. Son dos grandes Banquetes en los que el Señor nos colma de gracias y bendiciones. En el primero nos alimenta con sus enseñanzas, en el segundo nos alimenta con su Cuerpo y Sangre.
El primer gesto de unidad en Cristo Jesús que ocurre en la Santa Misa es que Todos se reúnen. Los cristianos acuden a un mismo lugar para la Asamblea Eucarística. A su cabeza está Cristo mismo que es el Sumo Sacerdote. Él mismo preside invisiblemente la celebración. Como representante suyo, el sacerdote preside (dirige) la asamblea, toma la palabra después de las Lecturas, recibe las ofrendas y dice la Plegaria Eucarística. Todos tienen parte activa en la celebración, cada uno a su manera; los lectores, los que presentan las ofrendas, los que dan la comunión, y el pueblo entero cuyo “Amén” manifiesta su participación.
Ritos iniciales de la Misa. Entrada: El Sacerdote y sus ministros salen de la sacristía y van en procesión hasta el Altar. Esta entrada supone y requiere que todos estén reunidos. La Misa comienza ahora, y toda ella es un Acto Cultual, por esto, los fieles que llegan después rompen la unidad y quitan a Dios algo que “es de Dios” y de Su Iglesia. Es necesario combatir la impuntualidad. Lo exige también la caridad fraterna. Congregados por Dios, todos los fieles, se incorporan a la Misa como Co-ministros de la celebración eucarística, y deben participar activamente hasta el final, ejerciendo su “real sacerdocio” de bautizado.
Saludos: son dos: 1º.- al Altar, los fieles deben saludarlo con inclinación mayor a medida que van llegando, y con genuflexión (se dobla la rodilla derecha hasta el piso) si está el Santísimo en El Sagrario. El Sacerdote, además, besa el Altar. Estos gestos son veneración al Altar, que representa a Cristo, donde Él va a entregarse por todos, para salvarnos. Y 2º.- a la Asamblea. La cual responde al saludo diciendo: “y con tu espíritu”. Pero comenzando, como toda obra buena importante (y la Misa es la Acción más importante del creyente) con la señal de la Cruz redentora.
Acto penitencial: puestos ya en presencia de Dios nada más útil que purificar las almas y reconciliarse con Dios misericordioso. De este modo el sacerdote y el pueblo participarán de la Santa Misa con espíritu humilde. Por eso el sacerdote invita a todos a reconocerse pecadores y a pedir perdón.
Cristo nos invita a la Santa Misa
Recordemos la parábola de los invitados a las bodas: Un rey organiza un gran banquete al que invita a gran cantidad de gente. Algunos no pueden ir, no obstante, la sala se va llenando. En un momento dado, ese rey se da cuenta que uno de los invitados no está preparado para estar en su banquete, no tiene el vestido limpio, y entonces el rey le pide salir, y dejar el banquete.Cristo nos invita a la Santa Misa. Cristo nos llama pero somos nosotros quienes nos debemos poner el vestido correcto, debemos llevar el vestido limpio, es decir, la pureza debe vestir nuestra alma.No somos dignos de recibir al DiosAlgunas veces sentimos que no somos dignos de recibir a Dios, que no somos dignos de su perdón y, es cierto. Nunca, la persona humana podrá ser digna de todo un Dios. Es Dios quien nos hace dignos con su perdón.En este momento de la Santa Misa todos nuestros pecados veniales quedan perdonados para ser dignos de recibir a Cristo en la Eucaristía. Sabemos, por la doctrina de la Iglesia, que los pecados mortales sólo se perdonan en el Sacramento de la Reconciliación, pero todas nuestras imperfecciones, todas nuestras debilidades y todos los pecados veniales quedan perdonados, quedan absueltos en este momento del acto penitencial. Las palabras que dice el sacerdote, son claras: “Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”. El sacerdote después de rezar el Yo confieso con todo el pueblo, pide a Dios que otorgue su perdón a todos los fieles que participan en esa santa misa.Frutos del acto penitencial¿Cuáles son los frutos de este acto penitencial? En primer lugar, como hemos mencionado, perdona los pecados veniales. En segundo lugar, nos hace dignos de poder estar ante el Señor, de poder recibir la Comunión. Y como consecuencia de estos dos frutos, y es lo que más tenemos que valorar, nos ayuda a mantenernos en una continua limpieza de nuestra alma. Transforma y regresa nuestra alma a su estado puro del día del Bautismo o de la primera Comunión. El alma que cada día hace, con conciencia, este acto penitencial es un alma totalmente entregada, totalmente encauzada y enfocada a Dios nuestro Señor.Cada día volvemos a ser como nuevos, cada día nuestro corazón vuelve a estar totalmente limpio, totalmente enfocado, totalmente dedicado a Dios nuestro Señor.No restes importancia a este acto, no estés distraído, no lo veas como simple requisito al inicio de la misa o para hacer después las lecturas. Valora el fruto, el gran milagro que se obra en esos momentos en tu alma cuando con sinceridad pones tus faltas en manos de Dios, cuando reconoces esas actitudes desviadas que Dios no quiere para ti. Ten la certeza de que Él te perdona, y de que sales de la Santa Misa con el alma totalmente limpia de tal manera que te mantienes con la integridad de tu Bautismo, de la primera Comunión. Habrá habido malas experiencias, habrá habido caídas el día anterior pero tu alma vuelve a encontrarse como nueva ante Dios nuestro Señor, digna de poder recibir a Cristo.
(Todos los domingos (fuera de Adviento y Cuaresma), en las solemnidades y en las fiestas se reza el Gloria in excélsis: es un himno con el cual la Iglesia, congregada para la Misa en el Espíritu Santo, glorifica y suplica a Dios Padre y al Cordero. Después de proclamar la “inmensa gloria” de Dios Padre Todopoderoso, y de alabarle, adorarle y glorificarle como “Señor y Rey Celestial”, la asamblea interpone el poder misericordioso y redentor de su Hijo Jesucristo, Cordero de Dios, y Altísimo, reinando con el Espíritu santo, en la Gloria de Dios Padre.
La oración Colecta: el sacerdote invita a la asamblea a orar, diciendo: Oremos. Tras un breve silencio para poder cada uno presentar sus propias intenciones, reza la oración llamada “colecta”. Allí recoge todas nuestras intenciones y se las presenta al Padre por medio de Jesucristo.Es el momento oportuno para que nosotros le expongamos al Señor nuestras intenciones y necesidades, todo aquello por lo que queremos ofrecer la Misa, porque con esta oración todo queda presentado. Dios, nuestro Padre recibe de manos del Sacerdote, por medio de Jesús, nuestras intenciones.

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