sábado, 6 de septiembre de 2008

AMOR

Queridísimos hermanitos míos:¡Paz y Bien!En primer lugar quiero decirles que los amo mucho en Cristo y María Santísima. Y me gustaría abrir una vez más mi corazón para ustedes, compartiendo un pensamiento de comunidad, que nos ayudará a alimentar nuestro anhelo de vivir como los primeros cristianos.Nos dice el Concilio Vaticano II: "Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con los otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente" (Lumen gentium, 9). Con estas palabras pone de manifiesto la naturaleza profundamente comunitaria de la vida cristiana. Todo creyente, por ser hijo de Dios, está llamado a vivir esta dimensión comunitaria en la Iglesia. Mucho más nosotros, que hemos sido invitados a vivirlo intensamente. Creados a imagen y semejanza de Dios, estamos invitados a vivir el Amor, a semejanza de esa misteriosa pero a la vez maravillosa comunión en el amor que forman el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La radicalidad del Amor es el horizonte que da sentido a nuestra existencia. Y es en este punto donde quiero detenerme, sobre todo, para compartir con ustedes. La radicalidad del amor, la raíz del amor, la base del amor, el amor es nuestro horizonte, es nuestra meta, es nuestro proósito, es nuestro carisma. Es lo que da sentido a nuestra existencia, es como decirnos: "si no amo ¿para qué existo? A la pregunta que los filósofos se hacen: "ser o no ser, esa es la cuestión" podemos decir como comunidad "Amar o no amar, esa verdaderamente es la cuestión", o a la otra que dice "pienso, lugo existo" para nosotros es "existo porque amo" ¿Qué les parece? ya me imagino la respuesta: LOCURA.Si mis hermanos, locura, pero no mía, sino de Dios. De Dios que es amor, que es amante eterno y poderoso, y que comparte con nosotros, seres debiluchos esa capacidad de amar. Nos invita a vivir en el amor y nos deja ejemplos concretos de cómo hacerlo. Mirémoslo.«Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo»Los amó hasta el extremo significa al máximo, hasta el límite de toda medida concebible, hasta el exceso al cual solamente el corazón de Cristo podría llegar. Hasta darse a sí mismo con esa totalidad que el verdadero amor exige, y con la efusión que sólo el amor divino puede concebir y puede actuar. Si bien "extremo" hace referencia a un límite a partir del cual no puede haber medida mayor, la hermosa paradoja del amor de Dios es que su límite es no tener límite, la medida del amor divino es amar sin medida, la de ser un amor infinito que se hace donación y se actualiza en el maravilloso misterio de la Eucaristía. Pensemos ahora justamente en el misterioso acontecimiento con el cual se concluyó aquella cena pascual. Así lo describe San Pablo: «Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: "Éste es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío". Asimismo también la copa después de cenar diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío"» Aquel sacrificio cruento que Cristo iba a ofrecer por la humanidad en su inminente sacrificio en la cruz se actualiza en el Sacrificio Eucarístico de forma incruenta. Imposible comprender semejante evento si no es desde la lógica del amor que no quiere conocer límites, que quiere grabar en el corazón de cada hombre, de cada mujer, la experiencia de San Pablo: «la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí»Y es que en la comunión eucarística está incluido a la vez el ser amados y el amar a los otros. En esta lógica se entiende el gesto elocuente por sí mismo del lavatorio de los pies. Jesús con un acto concreto de servicio explicita esa íntima unión entre Eucaristía y amor concreto hecho servicio: «os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros"¿Se entiende? Si nosotros vivimos una vida intensamente Eucarística viviremos una vida intensamente servicial, apostólica y comunitaria. Jesús, en la Eucaristía nos enseña el AMOR. El amor hecho alimento, el amor hecho servicio, el amor hecho comunión y el amor comunitario. No podemos desprender el amor comunitario del amor Eucarístico. No podemos pretender amar hasta el extremos sin pasar por la vida Eucarística, donde está el real extremo del amor de Dios que podemos comer. Y si nos alimentamos de ese amor extremo ¿Cómo no crecer en vida comunitaria?Dios nos ayude a comprender esto. Les pido disculpas si con mis pocas y escasas palabras intento expresar un misterio tan impresionante, solo le pido al Señor que al leerlo no solo lo entiendan, sino que les arrebate el corazón y los encienda con la llama de su Espíritu, para que con una sola alma y un solo corazón seamos hostias vivas agradables a Él.Bendiciones abundantes. Un fuerte abrazo en Cristo y María.Hna. Ivana

1 comentario:

Anónimo dijo...

Escrito por Ivana Garramone